Lo imaginó Oscar Wilde: “Un hombre con una vida perfectamente vulgar, que oyendo, por casualidad, algún fragmento intenso de música, descubriera, repentinamente, que su alma ha pasado, sin él notarlo, por terribles pruebas y conocido alegrías espantosas”.
El olor, como la música, tiene el extraño poder de abrir la Caja de Pandora, de transportarnos, de golpe y porrazo, al instante más intenso de una vida pasada que creíamos olvidada.
Yo, como los perros, que saben oler hasta el miedo, vivo en un universo dominado por olores. Y cada olor, destapa un recuerdo. Describirlos, escribirlos, es una terapia de alto voltaje emocional que ayuda a soltar lastre. Soy consciente de que, con este diario, abro la caja de los truenos.
No pretendo ser exacta con respecto a los acontecimientos, sino ser fiel a mis recuerdos que, con toda seguridad, no son exactos.